Por una economía que (nos) cuide la vida

En mayo del 2022, dimos inicio al Curso de Economía y Administración para emprendimientos. Un espacio que empezamos a construir unos meses antes, a partir de los aportes de compañeras que venimos de transitar distintas experiencias colectivas. Lo hicimos con muchas dudas y preguntas, pero con la certeza de que tenía que ser un espacio abierto a ideas, propuestas e iniciativas de todes quienes participan.

Así, iniciamos los encuentros compartiendo experiencias teórico-prácticas que problematizan las miradas individualistas y neoliberales tan vigentes en este sistema social y económico. El fin era aportar al desarrollo de emprendimientos de mujeres y LGTBINB+ que tienen como principal finalidad lograr una autonomía económica que luego facilite la toma de decisiones sobre sus propias vidas. 

Por esto, es que desde el inicio del curso, fueron desarrolladas teorías económicas alternativas a este sistema letal de explotación de las vidas humanas y no humanas, cuyo único objetivo es -posible sólo para unos pocos, sí, con “o”- el de acumular capital, en un mundo donde las desigualdades sociales, económicas y de género, se acrecientan cada vez más.

De este modo, fueron abordados conceptos que propone la Economía Feminista, fundamentalmente aquellos que se asocian al modo en que se organiza socialmente el trabajo, a partir de los cuales nos preguntamos cuáles son los límites de la economía y del trabajo, y la importancia de repensar estos conceptos desde una perspectiva de género. Así logramos observar que no es casual, ni aleatoria la distribución sexual, y desigual, que existe entre los distintos trabajos, siendo la misma producto de la reproducción de roles y estereotipos vinculados al género femenino y al masculino.

El modo de organización sexual y binario de  los trabajos vinculados a los sectores productivos y a los espacios públicos, han sido históricamente asignados a los varones cis y puestos por encima de otros trabajos. Por el contrario, aquellos vinculados a los cuidados y a los espacios privados, como los hogares, fueron asignados a las feminidades. Incluso muchas veces negando que estas actividades sean consideradas trabajo, alegando a que las responsabilidades de cuidados son exclusivas de las mujeres, sosteniendo una carga valorativa asociada al amorque se realizan sólo por amor. Esto hace que, además, reclamar por esta falta de reconocimiento no sea compatible con ese rol socialmente asignado para las feminidades.

En este punto es clave la diferenciación de la noción de trabajo y de empleo. Entendemos al empleo como la realización de actividades para la producción de bienes o servicios a cambio de una remuneración, es decir, trabajo pago. El trabajo a secas, en cambio, puede ser remunerado o no remunerado, y entendido en sentido amplio es aquel que “permite el desarrollo de las capacidades de las personas y se centra en satisfacer las verdaderas necesidades de la población”, principio central para la Economía Social y Solidaria. Probablemente todes lo hayan realizado de alguna u otra forma, con mayor o menor reconocimiento. 

Esta diferenciación da cuenta de que hay una disputa en torno a qué se considera trabajo y qué no. Seguir planteando que el trabajo es igual a empleo nos lleva, por un lado, a seguir invisibilizando todo ese trabajo de cuidados, imprescindible para la sostenibilidad de la vida, con poco o ningún reconocimiento, y en general, deficitariamente pago, cuándo es que se realiza a cambio de una remuneración. Por otro lado, la igualación de estos dos conceptos, nos lleva a la profundización de las desigualdades sociales, económicas y de género.

Los trabajos de cuidados, además de encontrarse altamente feminizados, se encuentran también injustamente distribuidos entre los actores sociales que los producen y distribuyen: las familias, el Estado, la comunidad y el mercado. Históricamente las responsabilidades de cuidados han sido asignadas a las familias, sobrecargando principalmente a las mujeres dentro de los hogares. Al mismo tiempo, nos encontramos en un proceso de mercantilización de los cuidados, por lo que quienes más accesibilidad tienen a estos servicios y a “liberar” algo de tiempo propio para otras actividades, son quienes tienen posibilidades económicas de delegar estas tareas, generalmente en otras mujeres de menores ingresos económicos.

Ante las múltiples dificultades en la organización del cuidado al interior de los hogares, que exprime el tiempo de las mujeres, no sin violencias, impacto en la salud física, mental y emocional, agravado todo esto por la feminización de la pobreza (7 de cada 10 personas en situación de pobreza son mujeres), existen y se organizan todos los días miles de espacios comunitarios en todo el país, donde son mayoritariamente mujeres quienes trabajan para garantizar las necesidades de cuidados a quienes no las tienen cubiertas. Estas actividades incluyen desde la organización de comedores y merenderos comunitarios, que garantizan la alimentación a miles de niñes y adultes mayores, hasta espacios de acompañamiento, por ejemplo, a personas en situación de violencia de género y consumos problemáticos de sustancias psicoactivas. Estos espacios, y fundamentalmente las mujeres que participan activamente en la conformación y organización de los mismos, son clave para sostener los cuidados necesarios para las poblaciones más vulneradas en sus derechos más básicos, que, como dijimos, este sistema se encarga de atropellar sistemáticamente.

Como modo de territorializar los contenidos previstos para este curso, es que el segundo y último módulo se está realizando en un espacio comunitario en el Barrio Carlos Mujica, ex Villa 31, en CABA, en “la casa de Ramo”, donde funciona un merendero. En este espacio, se dictan talleres de oficios: computación, electricidad y manualidades, y comenzó a funcionar recientemente el “Centro de belleza tus amig@s”, el cual es parte de los proyectos socio-comunitarios llevados adelante por Fundeco.

Transversalizando estos conceptos, es que nos sumergimos en la ideación y planificación de nuestros emprendimientos, para luego pensar en cómo calcular los costos que tendremos, por ejemplo, y acercar, de este modo, herramientas administrativas y contables que nos ayuden a desarrollar nuestras actividades de un modo más satisfactorio.

Nos parece central pensarnos colectivamente como seres interdependientes, en tanto todes dependemos de todes, y ecodependientes, reconociendo que necesitamos utilizar los bienes de la Naturaleza para poder vivir. Por lo tanto, no podemos vivir al margen de la Naturaleza y de sus ciclos naturales. Debemos reconocer que como especie, también formamos parte de esta.

Es fundamental entonces, desanudar esa disociación entre lo público y lo privado, y poner nuestros saberes comunitarios  al servicio de la sostenibilidad de la vida, Para esto, necesitamos reconocer el valor social y económico del trabajo doméstico y de cuidados que realizan mayoritariamente las mujeres y LGTBINB+, dentro de los hogares, pero también en los barrios, en las comunidades y en los territorios. No hay vida posible sin cuidados. Allá vamos.